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UMMO-Ciencias

Sitio dedicado al estudio racional del asunto UMMO

D135 Carta del mecanógrafo a Sesma.

Sr. D. Fernando Sesma Manzano

Madrid

 

 

Muy Sr. mío:

 

Ante todo y como no firmo esta carta, quiero recordarle quien soy. Seguramente se acordará que yo fui a su casa hace algunos meses para llevarle unas fotografías extraordinarias que se veían perfectamente en color y relieve.

 

Yo escribo muchas de las páginas que ellos le envían. Ya sabe Usted a quien me refiero. Ellos me dictan y yo mecanografío los folios. Me hicieron un encargo que yo cumplo gustoso.

 

Estos señores se han tenido que ausentar al extranjero aunque el jefe o director de ellos me informó que vendrían pasados unos días, pues ha ocurrido algo importante relacionado con un asunto que no nos incumbe. Me dio varias instrucciones respecto a varios señores de Barcelona, Ma­drid y Valladolid a quien escribimos habitualmente. Respecto a usted dijo que le excusara esta interrupción.

 

No he vuelto a hablar con usted Sr. Sesma desde aquella tarde que le visité, ¿se acuerda?, pues ellos me han exigido la mayor reserva. Desde entonces han ocurrido muchas cosas y a veces ardo en deseo de contárselas a alguien pues parece que me voy a volver loco.

 

Aparte de mi esposa y Usted, solo he hablado de este asunto con un médico que es catedrático de la Facultad de Medicina de Madrid y a quien ellos mandan folios y folios con más asiduidad que a usted. Este se­ñor a quien veo con frecuencia pues él me da para ellos unos cristalitos rectangulares con manchas de color en el centro, está convencido como yo de la veracidad de este asunto.

 

Yo tengo que luchar a solas sin saber qué camino tomar, entre lo apasionante de este asunto, y los temores angustiosos de mi esposa que ya sabe usted como son las mujeres, cree que nos va a venir algo malo y ya más de una vez ha estado a punto con sus nervios de echarlo todo a ro­dar y contárselo a su madre. Se le ha metido en la cabeza que es un asunto de espionaje, influenciada por el cine o qué se yo!...

 

Este asunto, Sr. Sesma es apasionante. Yo mismo no sé si estoy despierto o sueño si no fuera por que mi esposa los ve conmigo en casa todas las semanas y porque tengo pruebas que algún día revelaré y que no podrá negar nadie. Tengo los nombres y direcciones de todos los señores a quien mecanografío sus dictados, además conozco a otro individuo que como yo les escribe cartas, mecanógrafo joven que él dice que no quiere saber nada y se le nota asustado, pero estoy seguro que hablará cuando todo haya pasado.

 

Está este doctor además de que le he hablado. Yo se por qué no quiere exponerse y reconocer públicamente que sostiene relaciones con ellos y él mismo me ha pedido también reserva y ha intentado remunerarme aunque yo no he consentido, pues basta que alguien me pida por favor guarde secreto en una cosa, para que yo lo haga sin compensación. Pero estoy seguro de que este señor al menos no me dejará por embustero en ciertas cosas que me callo.

 

Cuando yo fui a su casa señor Sesma, y bien sabe Dios que yo no lo conocía a usted y que el primer escéptico fui yo durante muchas semanas después.

 

Ellos empezaron a darse a conocer como médicos daneses que estaban en España para no se qué de un seminario de endocrinología. Me dictaban muchas cosas que yo veía que no eran de medicina sino de mate­máticas y usted sabe que las matemáticas no se relacionan con la medicina para nada. (es cierto que algunas cosas eran de medicina, pero escasamente ). El día que me entregaron aquellas fotos que le llevé quedé admirado, ya sabe usted que se lo confesé, incluso hablé del asunto con un fotógrafo vecino mío que no las vio y dijo que era imposible ver el relieve sin un aparato óptico.

 

Poco a poco en la naturaleza de los escritos fui dándome cuenta que algo raro ocultaban. Entonces solo venía el más alto de ellos, que se llama DA número 3. El director lo conocí después: Se llama DEI Número 98.

 

Todo esto me olía bastante mal. Por una parte la forma de hablar (luego he sabido por qué). Los nombres acompañados de un número, la forma de tomar precauciones. Era un asunto grave de conciencia, pues luché entre lo que mi señora y yo creíamos que era un deber de denunciar este asunto a las autoridades, y por otra la promesa hecha a estos seño­res que me pagaban y pagan espléndidamente. Yo veía además en ellos un algo de nobleza, de humildad y bondad que usted no puede comprender si no los conoce.

 

Descartamos en seguida que fueran locos. Yo he tenido prue­bas, señor Sesma, de que estamos ante el caso más grande de la Historia.

 

Ellos llevan un aparato que viene a ser la cuarta parte de un mechero de gas. Se escuchan conversaciones en la habitación con una perfección e intensidad que ningún magnetófono he oído yo como éste. Si usted viera la pantalla que llevan del tamaño de una agenda se quedaría asombrado. Ellos dicen que, aunque independiente, es accionada por el aparato anterior. Es algo maravilloso. He visto en ella mi pequeño despacho y nosotros hablando como en una película. El color era perfecto y todo con una profundidad como en las fotos que yo le enseñé. Si esto lo cuento me dirán que lo he leído en novelas de fantasía del futuro, dígame si no es para creer que todo lo que estos señores dicen de UMMO (como ellos llaman al Planeta suyo) es verdad.

 

Mire, señor Sesma, yo no tengo mucha cultura, lo reconozco, soy profesor mercantil, y para entenderles bien hay que ser catedrático como ese señor que le he mencionado. Pero se queda usted con la boca abierta oyéndolos hablar. Una tarde estuvimos cerca de tres horas ha­blando del sistema francés de contabilidad. Sabían la codificación de cuentas de este sistema y me hicieron una crítica del mismo que yo ya no podía seguirles, hablan por ejemplo del sistema de contabilidad por de­calco como si lo practicasen todos los días, hablan del sistema Pert  aplicado a la racionalización de oficinas lo mismo que del funcionamiento de una perforadora o de una máquina clasificadora de las empleadas para trabajos de estadística de oficinas. En otras cosas de las que yo no en­tiendo tal vez diría yo: “ Están metiendo cuentos, aprovechando que no entiendo... !” pero, de este asunto sé algo! (como comprenderá por mi pro­fesión).

 

Dios mío, si yo dijese a mi jefe o a mis compañeros de oficina quien me enseña ciertas cosas que a ellos les deja asombrados, al día  siguiente dormía en un sanatorio de enfermos mentales.

 

A veces me digo: no puede ser, estos hombres deben estar mintiendo o estoy soñando, o pertenecen a alguna organización secreta o alguna secta de los masones, pues unos locos no los creo capaces de in­ventar esos aparatos que llevan.

 

Yo me he tragado ya varios libros que hablan de platillos vo­lantes pero no saqué nada en limpio pues no mencionan el Planeta Ummo para nada. Hay algo que me deja asombrado en uno de ellos. No se si usted lo habrá leído, se titula “El gran enigma de los platillos volantes” y lo ven­den en la librería de Espasa Calpe en la avenida de José Antonio. En la página 429 viene un dibujo de un platillo que cayó en Aluche y del que toda la prensa habló (ellos me han dicho que es de Ummo) pues bien: me quedé asombrado al comprobar que en el dibujo aparece en la parte inferior del platillo, un símbolo que es el de ellos. Le juro, Sr. Sesma, que es el de ellos. Es verdad que falta una barra horizontal para ser exacto, pero es el símbolo de UMMO pues se los he visto a ellos aún antes de que llegase ese platillo (usted recordará que mi visita fue anterior a la noticia que dieron los periódicos de entonces).

 

Además de una prueba que tengo (y que sacaré algún día por si alguien quiere desmentirme) a estos señores los ha visto mi señora,  los ha visto mi cuñado aunque no le hemos dicho quienes son pero está muy intrigado, y los ha visto mi portera con quien mi mujer ha tenido que buscar una explicación para justificar el por qué vienen a mi casa.

 

Lo que entre otras cosas no me explico es la paciencia que tienen escribiendo a la gente. Hay semanas que mecanografío hasta treinta folios. Está además un auxiliar administrativo con quien he hablado y aunque no quiere soltar prenda y se le nota asustado, debe escribir lo suyo también y no sabemos si tendrán a alguien más !.

 

Yo envío los sobres y a veces me entregan folios escritos con más de tres tipos de máquinas diferentes de escribir. No puedo decirle nombres pero los corresponsales son de varias profesiones. Hay muchos profesores, Un ingeniero del ICAI , un ingeniero industrial, un comi­sario de policía, un catedrático de medicina, un dramaturgo muy conoci­do, dos sacerdotes, dos ayudantes de ingeniero, varios escritores, una señora de un farmacéutico, otra señora, un astrónomo... Al principio eran unos pocos, catedráticos de Barcelona y Madrid, luego fue usted, luego un sacerdote, y cada vez hay más. Algunas veces escriben una sola vez y no vuelven a enviarle nada. A mí me dictan cosas de lo más variado que usted pueda imaginar, desde astronomía hasta biología, les he sugerido que compren una máquina IBM que lleva un cabezal para escribir signos matemáticos pues es lo que más me cuesta, ya que hay signos que hay que hacer a mano, y letras griegas, pero han sonreído y han dicho que podrían identificar enseguida la máquina pues se venden pocas.

 

Hay algunas cosas extrañas. Por qué, Sr. Sesma, unos se­ñores que saben tanto y son tan inteligentes, no aprenden a escribir a  máquina, y se arriesgan a que uno de nosotros los pueda traicionar. Yo no lo voy a hacer, pero eso a ellos no les puede constar.

 

Además: ¿Qué ganan escribiendo? Si desean que les crean ¿Por qué no enseñan a todo el mundo pruebas? Bastaría que vieran lo que yo he visto, o que permitieran a los periodistas ver las fotos famosas que usted conoce, o dejarse ver simplemente.

 

Pero si basta observarles un poco !. Cuando hablan a extraños mueven un poco los labios para despistar, pero yo los he visto hablar con esa voz extraña que tienen y no mueven los labios. Dicen (y lo creo) que tienen un aparato en la garganta, pues bien digo yo que un médico que los examinase podría comprobar que no mienten. Qué mejor prueba ! Cuando  les he dicho esto han sonreído y no contestan.

 

Por qué tanto ocultarse? Digo yo que no les iba a hacer nada el gobierno, al contrario!. Esto es lo que más me hace sospechar.  ¿Por qué se ocultan? Por qué no parecen preocuparse cuando las personas a quienes escriben no les hacen ni caso?

 

A veces me parecen de una ingenuidad tal que parecen retrasados si no fuera porque su enorme cultura no cuadra con esa explicación. ¿Cómo van a creer los señores a quienes escriben, (que no son precisa­mente unos don nadie algunos) que se trata de hombres de otro planeta.  Lo menos que pueden tomarlos es por chalados. En esto tiene razón mi señora y es lo que se basa para ese cuento del espionaje.

 

Mas usted se imagina a unos espías escribiendo cartas a la gente? .

 

En fin, Señor Sesma no sé que va a ocurrir en todo esto. Si yo hubiese comprobado algo delictivo en la conducta de ellos hubiera ido ya a denunciarlos. Además la policía los debe conocer pues yo he escrito a un comisario de policía. Cuando ellos no actúan por algo será. Cuando el Gobierno no actúa algo habrá y no vamos a ser más papistas que el - Papa...

 

Le saluda su s.s.

 

Perdóneme que omita la firma.

Creo que lo comprende.

 

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